En este desván vuelco todo aquello que vá apareciendo de manera caótica por mi cabeza. Dejo esparcidos mis pensamientos a la espera de que entre todos podamos recomponerlos construyendo algo útil. Gracias por tu ayuda. Si has llegado hasta aquí considérate bienvenid@
sábado, 30 de junio de 2012
La musa
Me había prometido a mí mismo que iba a huir de todo aquello que circula por las redes sociales, y que en la medida de lo posible no iba a colgar ninguna foto que no fuera original; pero me he quedado extasiado con esta imagen, y como no puedo quitármela de la cabeza la comparto con vosotros a ver qué os parece. A mí me parece sobrecogedoramente triste y emotiva; y nada más verla se ha convertido en una de mis nuevas musas, porque me ha impulsado a escribir como un loco. El mensaje tampoco está nada mal...
sábado, 23 de junio de 2012
Resentimiento. Sentimiento. Presentimiento. Postsentimiento.
Amor...¿Cómo has podido escaparte tan lejos?
Es como si de repente me hubiesen
robado el aire de mis pulmones, una mañana nuevamente te escribo…
No soy capaz de resignarme a tu partida.¿Cómo ignorar la llamada de una boca
tan hambrienta como la mía? Tu partida ha resultado tan traumática como tu
tétrica llegada. Te has ido como has llegado, calando a bayoneta en mi pecho.
Recuerdo con el pulso acelerado tu
sonrisa, abalanzándose sobre el recuerdo de mi piel dorada, con el ardor de tu
mirada inquieta. Puedo sentir como me aprieta, porque aún no he sido capaz de
salvar tu misterio y el amanecer siempre me encuentra tendida solitaria y
exhausta, musitando tu nombre.
Dirás como siempre has dicho que soy una niña; que aún no he madurado. Y yo te digo lo mismo que te he dicho siempre. ¿Qué sabrás tú lo que es sentir? Tú aún no has conocido el hambre de pecho ajeno, el feroz ansia de caricias, el silencio tenso que precede al primer beso. Cuando la vida se conjuga en plural ocurren cosas asombrosas que tú nunca has conocido: Se sumergen las manos de lleno en ese aceitoso misterio, exhalando gozosos los labios la tensión que les provoca el deseo. Gimen tus manos, sudan mis pechos. Atrapo con mis piernas todo tu deseo. Poco a poco la noche se empaña, se enciende el espejo; y entre vaho y silencio se oculta tu reflejo. Queman las sábanas, se desgarra mi cuerpo...en mis entrañas te siento bien dentro.
Quizás tengas razón... Quizás solamente soy una niña con cuerpo de mujer, puede que haya dejado de tener sentido llorar esta
soledad, aunque todo me recuerda que ya no estás tú. Te has ido, y te has
llevado todo cuanto tenía un hueco en mi vida. No quiero abrazar de nuevo la
soledad de esta cama vacía; no soporto el frío de una almohada que me repite
incesantemente que tú nunca volverás a estar a mi lado.
Todo mi ser se dobla ante la
injusticia de este Dios tan miserable, que niega la luz a unos ojos que se han quedado ciegos después de haber conocido la luz,
sumiendo la boca y las manos al más cruel de los silencios.
Es tan hondo este abismo que siento
que jamás podré recuperar a mi alma. Te necesito. Te recuerdo. Te lloro. El
sangriento oscurecer de este eclipse perverso no tiene sentimientos. Ha segado
mi vida como a un junco seco. Mis huesos no pueden hacer otra cosa que
reclamarte, acostumbrados a llenar tu hueco.
Si esto es la locura prefiero mil
veces la muerte. No puedo soportar ni un segundo más la idea de haberte
perdido. Aunque siempre has afirmado que no se puede perder lo que nunca se ha
tenido yo me veo obligada a admitir que he llegado a creerme que podría ver por
tus ojos, que respiraba tu mismo aroma…
Ahora maldigo uno a uno todos los
segundos que he fingido no necesitarte; porque la misma certeza de mi
indefensión me ha dejado cubierta de un musgo hambriento de palabras. Tienes razón. Aún soy una niña. Todavía soy capaz de amar sin ser correspondida.
martes, 19 de junio de 2012
Las dos caras de una misma moneda.
Esta semana ha sido una semana extraña. Me considero afortunado de vivir en una tierra llena de contrastes; una tierra que es un paraíso natural, con las entrañas cargadas de negros tesoros; una tierra tan cargada de contrastes que es capaz de ofrecerte en menos de treinta kilómetros la imagen más reivindicativa, minera y luchadora
alternada con el más idílico de los amaneceres
Una tierra en la que montaña y mar se besan como amantes imposibles, una tierra de antepasados luchadores, de personas que nunca se dán por vencidas, y que saben que aunque parezca que estamos metidos de lleno en una situación oscura y farragosa aún hay luz al final de nuestro túnel. Aún queda esperanza.
Mi solidaridad más absoluta con los mineros de Asturias, y con todas las familias que luchan por no perder unos derechos que fueron ganados a base de sangre, sudor y lágrimas. Por mis venas también corre sangre minera.
domingo, 3 de junio de 2012
El círculo perfecto
El círculo más perfecto del mundo son las pupilas ilusionadas de mi hijo, sus gordezuelas y torpes manos buscando mi cara para acariciarla. Cuando lo que habla es el alma el mundo aguarda y calla; y es que la más sutil de sus caricias resulta demoledoramente acogedora.
El círculo más perfecto del mundo es cuando me llama con voz melosa, porque lo hace en voz tan baja que solamente el corazón puede escucharle; y aunque me pierda en mil temores de un futuro que me llena de miedos daría la vida sin dudarlo por él.
viernes, 1 de junio de 2012
La transformación de la niña en diosa.
Muchos fantasean con el origen de Samantha. Dicen que como
toda deidad surgió de la Nada, pero yo la he conocido de niña. Tenía otra
mirada y otro nombre; pero nadie puede escapar de su pasado. Ni tan siquiera
ella…
No recuerdo su nombre real, pero dudo mucho que eso importe.
En realidad estoy seguro de que ni ella misma lo recuerda. Se comenta que nunca
llegó a conocer a su madre (al menos a la verdadera), y de ser cierto lo que
siempre se ha dicho pasó su infancia (si
es que alguna vez la tuvo) en un constante peregrinaje de bar en bar, recogiendo
a un padre demasiado borracho como para saber decir hasta aquí hemos llegado.
Tuvo que sobrevivir como pudo a una dieta tan baja en cariño que una simple
sonrisa hubiese bastado para hacerla sentirse especial; una simple caricia
hubiese sido suficiente para olvidar que en su habitación nunca había existido una muñeca con la que jugar.
Cierto, eso la hizo más fuerte, pero vivía en
un ambiente en el que mirarse a los ojos estaba prohibido bajo pena de palizas... En realidad ella no lo podía saber, pero
estaba predestinada a ser desgraciada desde el preciso instante en el que el
óvulo de su madre fue brutalmente asaltado por un desconocido en el portal de su misma casa, tomando por la fuerza lo que otros se limitaban a pagar.
Dirás que soy cruel; que existen mil maneras diferentes de decirlo sin llegar a ser pueril; pero lo cierto es que Samantha fué puta antes que niña.
Si; es cierto... Fue engendrada de manera miserable e indeseada por un
asaltante desconocido, y su llegada al mundo no pudo ser más indiferente. Lo sé
porque ella misma me lo ha dicho. Creo que me he ganado el derecho a poder contarlo, porque he sido el único amigo que ella ha podido permitirse tener en esta vida.
A los quince años ya era toda una experta conocedora de los deseos más ocultos de los hombres, y las primeras
colillas manchadas de carmín se las ganaba rindiendo con sus labios un impúdico
culto fálico a un Dios demasiado cruel como para no apartar la mirada asqueado.
Yo la conocí cuando era apenas una niña. Tenía la mirada más
triste que jamás haya podido ver, y se dedicaba a repartir ofertas de
adultos cuando el resto de los niños de su clase éramos apenas unos quichillos.
Las tablas de multiplicar se las sabía de memoria, transcurriendo su vida entre
las dos malolientes aguas que partían de
la comisura de sus labios, siendo la abeja reina de un auténtico enjambre de sucios pederastas,
zánganos cegados por fluidos etílicos , carroñeros de sucios instintos corporales.
Nosotros, como niños que éramos por aquel entonces, también la llamábamos cosas crueles, porque un paquete de
cromos era suficiente para que se abriese de piernas y te enseñase las bragas;
y por un paquete de Camel ya no había nada que ocultase su imberbe y
desprotegido pubis.
La primera vez que hablé con ella tenía la intención de
desprenderme de todos los cromos que tenía repetidos, pero hubo algo que me
contuvo. No sé si fue la tristeza de su mirada o su sorprendente voz de niña.
Cuando le dije que no quería nada a cambio de mis cromos la sorprendida fue
ella, y ese día se limitó a marcharse llamándome gilipollas; pero a la mañana
siguiente vino a verme. En el silencio de sus ojos guardaba una promesa de amistad eterna. Nunca hemos necesitado de palabras.
Poco a poco fueron pasando los años, y nos fuimos conociendo
cada vez mejor. Ya estábamos acostumbrados al áspero regusto a frío acero de
los barrotes en los que vivíamos encarcelados. Ella malviviendo como buenamente podía y yo bienviviendo como malamente podía.Vivíamos ajenos a todo lo que no
fuese nosotros mismos, al margen de los comentarios maliciosos de la gente, tan codiciosos
el uno del otro que llegamos a sentirnos capaces de matar el uno por el otro.
Éso; éso sí que podía llamarse AMISTAD. Con el paso del tiempo la civilización nos fue normalizando, pero hubo un
momento en el que llegamos a creernos unos Bonnie and Clyde a la española,
robando en los centros comerciales y asaltando a las furtivas parejas en los
descampados.
Fue precisamente en una de esas noches de salvaje violencia
cuando nos dimos cuenta de que jamás habría algo entre nosotros que no fuese
una estricta amistad. Cegados por la excitación del momento nos dejamos llevar por el impulso de la carne.
Todo comenzó como un juego de niños, y al abrigo de la noche no supe negarme a sus encantos. Cuando ella me miró con ojos suplicantes no supe negarme, y entre ortigas y picores volví a
dejarme llevar por su experta mano, sintiéndome un instrumento a merced de su
inquieta pelvis; rozando sus muslos con mi lengua, sintiéndose mis manos
complacidas a merced de su placentera marea de lujuria y piel morena. Hicimos el
amor hasta quedar exhaustos, como animales en celo, hasta que el dolor nos
obligó a entregarnos malheridos el uno en los brazos del otro; y es que no hay
mayor tortura que asumir la muerte del amor antes incluso de haber nacido. Velamos su recuerdo de todas las
maneras que pudimos, sucumbiendo abrazados como amantes a un nuevo amanecer en el que todo
era posible menos el estar enamorados. Rodeados por millones de estrellas
fugaces observamos boquiabiertos sus forzados aterrizajes. Se diría que estaban
ansiosas por rasgar el oscuro manto de la noche hasta nuestro colchón improvisado para allí
morir satisfechas.
Esa noche la hice mía tantas veces como
quise y ella quiso, arrojando lejos de mí una máscara de fría indiferencia y
presentándome ante ella desnudo y con la piel brillante y tersa, con todos los
poros de mi piel deseando ser el velcro de su velluda pelambrera.
Y cuando
acabamos volvimos a empezar, como empiezan una y mil veces los cuentos de
hadas, sorbiendo con deleite cada glorioso segundo a la sombra de una luna
llena que asistía atónica a nuestro rítmico y desenfrenado ritual. Las ramas de
los árboles decían entre susurros que jamás habían presenciado nada semejante;
y hasta el más minúsculo de los animales se acercó a curiosear. El placer de
observar no es exclusivo del género humano; y así es que cuando acabamos un
nutrido coro de voces acompañó nuestro descanso.
Ella me preguntó si yo la amaba; y lo cierto es que no supe qué decir. A partir de ese momento todo cambió.La brillante y cegadora pasión que nos había cautivado en
un principio se fue poco a poco convirtiendo en un chispazo solitario y
huidizo. Los párpados y las lágrimas ganaron la batalla a las pestañas, y
millones de mariposas huyeron despavoridas de nuestros estómagos, dejándonos
convertidos en una simple armazón de piel y huesos. Esa noche ella se convirtió
en la deidad oscura que ahora todo lo llena. Lo supe cuando me dijo adiós con los ojos inundados de lágrimas. Lo supe aún antes de saber que no volveríamos a vernos. Lo supe en el mismo momento en el que había sido tan sumamente débil como para sucumbir a su piel morena.
Con ella experimenté por vez primera la ingravidez. Con su
marcha supe en carne propia lo que era el vacío. Empezaba como un diminuto poro
en las entrañas, y con el paso del tiempo se convertía en una herida abierta en
carne viva, una herida por la que fluía escapándoseme la vida en una aceleración
demencial. Quedaron mis talones destrozados en su loco intento por frenar esa
caída libre, ese vertiginoso descenso hasta lo más profundo del Averno, y me
descubrí a mí mismo desnudo, tan desprotegido como un recién nacido en medio de un desierto. Ella enseguida supo llenar mi vacío con el cariño de unas carteras bien repletas, tan acostumbrada a sobrevivir por sus propios medios que ni tan siquiera fué consciente de que las personas mortales podíamos llegar a sufrir de amor.
No sé si Samantha me quiso mal o bien, ni tan siquiera estoy
seguro de que llegase a quererme, pero lo cierto es que se ha convertido en un
sueño recurrente. Ella es mi diosa noche tras noche, reinando allí donde ninguna más ha podido llegar ni tan siquiera a acercarse. A veces creo que ni tan siquiera haya llegado a existir jamás; pero no puedo evitar rendirle culto. Ella es mi más ferviente anhelo, y en su altar sucumbo sin remedio prisionero de cada amanecer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)