Escamas brillantes de un sol endurecido cortan las
manos llegando hasta el hueso. No brota sangre. Nunca brota sangre, porque el
recuerdo mana del alma, y sus invisibles humores se enredan invisibles en los
labios como frágiles telarañas. Solo el deseo es capaz de escapar de tan
extraña cárcel, y los suspiros que se escuchan desde lejos se empeñan en
grabarse a fuego en el pensamiento. El cielo parece calmarse. Un grillo canta. En el silencio de su última mirada, un búho, deslumbrado, se espanta, y vuela alocado chocando contra las paredes.
Cárcel y carcelero se alejan unidos por la misma
soga.