domingo, 17 de noviembre de 2013

Soluciones de Primaria para seres primarios.






Esta es la historia de un colegio abandonado, vallado con pancartas, al que los padres acuden diariamente cabizbajos y los niños preocupados. Esta es la historia de un barrio que crece y un colegio que mengua, en el que los niños aprenden a pintar carteles de protesta.

Uno de los preceptos básicos en la educación infantil se fundamenta en la importancia de no mentir. Las mentiras conducen al desengaño, a la desconfianza, a la repudia... En el mundo de los niños es algo que  ellos tienen meridianamente claro. Toda mentira nace de una situación incorrecta, de un comportamiento equivocado, y ellos saben que eso merece ser castigado. En las relaciones de los adultos no siempre ocurre así, y ese principio tan básico es mancillado diariamente. En el mundo de la política parece ser la moneda de cambio con la que nos pagan a los ciudadanos. A estas alturas de la vida (con la que está cayendo) todos parecemos tener perfectamente claro que la única prueba de capacitación que se exige para ser político es la de saber mentir.

No podemos permitir que las incertidumbres de un futuro borren la sonrisa de nuestro presente. Nos obligan a rebelarnos. Nos sacan a la calle; y es que ya no podemos más. No podemos seguir aceptando más mentiras. Llevamos cuatro años aguantando carros y carretas, dejándonos seducir por serpientes de colmillos afilados como espinas y brujas de cuentos de hadas. En el mundo de los niños existen héroes y villanos, y los padres hemos de tomar partido. Nosotros somos la referencia de nuestros niños. Somos sus héroes a diario. No podemos rendirnos sin luchar, porque entonces habrán ganado los villanos. En mi caso lo tengo muy claro: NO QUIERO IRME DE MI COLE. NO QUIERO QUE ESCOJAN POR MI EL LUGAR DONDE HAYA DE RECIBIR LA EDUCACION MI HIJO. Lo más triste del caso es que en el Carmen Ruiz Tilve hay un montón de profesionales que son tan víctimas como nosotros de una gestión inepta y corrupta, en la que los fondos prometidos desaparecen sin dejar rastro. ¿En qué cabeza cabe que haya designadas plazas de maestro en un colegio que no existe? 
 
 

Nuestros hijos son nuestro bien más preciado, el mayor de nuestros tesoros. Ellos son nuestro futuro. ¿Por qué se empeñan algunos en dejarlos sin presente? El patio de recreo más triste que me puedo imaginar es aquél en el que los niños se miran con desconfianza los unos a los otros. Yo no quiero eso para mi hijo. Yo quiero para mi hijo un entorno favorable, el entorno que necesita para aprender jugando. No quiero que se tenga que sentar a jugar solo en las escaleras de un colegio frío y distante, ni que tenga que arriesgar la vida innecesariamente todos los días en un autocar. Quiero que vaya al colegio que le corresponde, porque así me lo han prometido; y es mi derecho como ciudadano.

A lo mejor es que no me ha quedado claro todavía que a pesar de vivir en el barrio de mayor proyección demográfica de Oviedo somos un barrio "de tercera", con un peso en votos asumible. Nuestros hijos están censados, señores del Ministerio, no vivimos en ningún piso patera. Están censados en el registro desde el día de su nacimiento. ¿Cómo pueden ser tan ineptos como para no entender que en un colegio con plazas para ciento treinta no caben doscientos treinta? Puede que nuestros representantes se hayan olvidado de las matemáticas preocupados como viven en maquillar unas cuentas que no cuadran, saldando y finiquitando presupuestos con una falta de asepsia que raya en lo temerario. Déjense ustedes de robar, que ya estamos hartos de mirar hacia otro lado, y cumplan con su trabajo; porque los obreros cuando no cumplimos con nuestro trabajo somos despedidos, y a veces incluso sin haber fallado, por desgracia.
 
¿Cómo pueden tener la desvergüenza de negar que este colegio ya estaba presupuestado y aprobado? ¿Por qué no asumen su incapacidad? Sí, hablamos de soluciones primarias gestionadas por seres primarios, hablamos de barrios de primera tratados con desprecio y arrogancia. Pues sepan, señores míos, que los vecinos de este barrio ya estamos muy cansados de buscar en el cielo las soluciones de la tierra, que tenemos los pies empapados de vivir saltando charcos en una zona que debería estar hace años asfaltada. Sepan, señores míos, que cuando se cierran las puertas en ocasiones es necesario derribar muros; y es que se vé, primarios seres, que las voces de los niños suenan tan débiles que no llegan a sus despachos. Nuestros niños quieren crecer. Necesitan crecer... ¿Por qué demonios no les dejan? ¿Cuál es la sinrazón de este abandono? Los monstruos infantiles pueden tener mil caras, y mil rostros diferentes; pero los que más nos aterrorizan a los adultos son lo que miden el valor de las personas en euros y en votos. Esos monstruos viven ajenos a todo aquello que no sea sus divertidas gráficas de colores, sin querer darse cuenta del esfuerzo que supone diariamente para algunos conciliar el trabajo con la vida familiar.
Luego que no se queje nadie. Que no digan que no están avisados. Estamos criando a la generación del desencanto, la que vé en la democracia reflejada una anarquía. Los niños son como esponjas, y deberían de tenerlo ustedes seriamente en cuenta. En lugar de enseñarles a leer y a escribir les estamos enseñando a luchar.