sábado, 26 de mayo de 2012

Samantha. Reina de la oscuridad.


Samantha exhaló un pequeño gemido, envolviendo el cuello de su nueva víctima en un suave vaho cálido y cargado de humedad. Olía a fresas y a fruta madura. Olía a deseo. Volvió a mirarle fijamente a los ojos, engulléndole de nuevo con su lujuria abrasadora. Solamente el silencio rompía de cuando en cuando esa creciente cadencia de jadeos entrecortados. Una mano se extendió hacia sus pechos, y cuando sus temblorosos dedos alcanzaron su destino una corriente eléctrica les recorrió a ambos erizando uno a uno todos los vellos de su cuerpo, creando unos inmensos cráteres en su sudorosa piel. Cuando al final sus dedos se aferraron entrelazados ambos pudieron sentir la humedad nerviosa de su piel al transpirar acelerada. Samantha intentó reprimirse, pero la juventud de su nuevo compañero la excitaba como si emanase de su tersa piel un aroma irresistible. Entre agitada y nerviosa se arrojó de nuevo a unos brazos vencidos, absorviendo con deleite su veterana inexperiencia, siendo dueña una vez más de ese universo en el que ella reinaba como nadie.
Apenas diez minutos después Samantha exhaló un pequeño gemido justo antes de quedarse definitivamente sin resuello. Jamás lo admitiría, pero había gozado realmente. Era tanta la necesidad de afecto que sentía que había llegado a disfrutar realmente con el sexo. No podía permitírselo; pero estaba sucediendo una vez más. En silencio se dejó resbalar de encima de su víctima, deleitándose en la cálida mirada de agradecimiento de ese joven primerizo. Estaba segura de que él jamás podría olvidarlo. Con disimulo acercó su nariz a su cuello y respiró ese suave vaho que dejan los cuerpos al separarse. Aún seguía oliendo a fresas y a fruta madura, olía a deseo, macerado en costoso vino de madeira. Era lo bueno de escoger a los clientes, que una siempre quedaba satisfecha.
Lentamente decidió retroceder por donde había venido, y sin dejar de mirar con recelo a sus espaldas comenzó a sentir deseos de llorar. Al principio fue solamente un resquemor intenso que le impedía respirar con normalidad; pero cuando dejó de sentir miedo de sí misma comenzó a desgarrar el silencio con un aullido aterrador. El aullido de una mujer que lo ha perdido todo y no tiene ya nada que perder. El aullido de una fiera condenada a devorar para vivir.
Entre sus uñas esmaltadas de sangre fresca llevaba aferrados tres billetes  de cincuenta euros. Ese era el precio que costaba alquilar su piel morena. Esa noche podría descansar.

sábado, 19 de mayo de 2012

El solitario banco vacío.



Llegará el otoño, y mi banco se quedará vacío, porque a nadie aguardará hasta la llegada de una nueva primavera. Nada esperará que no sea la visita del inmisericorde frío. Vigilará en silencio las idas y venidas de la gente asumiendo que de él nada se espera. Echará en falta sin duda mi agradecida mirada, la quejumbrosa compañía del columpio ya oxidado y su chirrido. Echará en falta las risas de los niños, el olor a café recién hecho y bollería, las tertulias de los viejos entreteniendo con su amena charla el desmayar del día. Y su espalda dirá cansada que está harta ya de soportar botellones clandestinos y cagadas de palomas descompuestas. Y volverán de nuevo los orines a recordarle que no es necesario tener cuatro patas para comportarse como un animal.
Llegará el otoño, sin duda; pero ahora es primavera; y aunque el buen tiempo haya dedidido no hacer acto de presencia me acercaré a mi banco favorito para leer juntos una buena novela.

martes, 15 de mayo de 2012

Reflexiones absurdas en voz alta



Hace bastante tiempo una amiga me hizo un comentario que me dejó muy pensativo: Un producto de síntesis como la sacarina es capaz de engañar a las moscas hasta tal punto de que ellas se mueren de hambre sin darse cuenta siquiera. Me explico: Sus órganos receptores asimilan la información de que están libando algo dulce, y por lo tanto nutritivo para ellas; pero es una sensación errónea. La sacarina no aporta ningún tipo de nutrientes ni calorías, con lo que en lugar de estar dándose un atracón lo que realmente están haciendo es matarse de inanición lentamente a ellas mismas. ¿Hasta qué punto estamos interfiriendo en la Naturaleza? ¿Estaremos influenciados nosotros por estímulos que creemos vivificadores por error?
Hay ocasiones en las que mis propias reflexiones me parecen absurdas... No sé por qué; pero llevo un buen rato sin poder quitármelo de la cabeza...
Por otro lado, y sin que venga a cuento también he recordado que tenía por ahí una foto con mucha historia que contar. ¿Cada cerradura nueva implica dueño nuevo o se trata de un exceso de celo de un único dueño? A veces las cicatrices del tiempo se vuelven indescifrables...

domingo, 13 de mayo de 2012

Amanecer en Tazones










Tras la tempestad siempre llega la calma. Esa mañana he tenido la fortuna de poder captar el luminoso dedo de Dios apuntando directamente a la playa de Rodiles. Espero que os guste.

sábado, 12 de mayo de 2012

Ausencia

Pascual Moriente cerró la puerta tras de sí. Hacía meses que se había olvidado de sí mismo, y por primera vez en varios meses reparó en el caótico desorden que reinaba en su habitación. En una esquina reconoció el contorno polvoriento de su máquina de escribir, y no pudo evitar un pequeño escalofrío. No era propio de él descuidar de esa manera las cosas que le importaban, y no recordaba haberlo dejado todo así de desordenado antes de irse.
Habían sido cuatro meses. Cuatro putos meses luchando a diario con la idea de perderla, poniendo el cuerpo y el alma en su mera complacencia; y había perdido la batalla.
Desde que ella se había ido el reloj arrastraba sus agujas renqueante y maldiciendo su ausencia en un lenguaje marchito y complejo. El agua del grifo se había vuelto fría y densa, y cabeceaba escorado y sin rumbo un sol empeñado en salir por el oeste, perdida por completa su precisa orientación.
Pascual se asomó a la ventana, ansioso por sentir la caricia reconfortante del salitre y los cantos de gaviota; pero abandonó la idea entristecido por los tangos que silbaba distraído el viento quejumbroso. El mismo cielo coreaba sus acordes triste y oscuro, tan estrellado como un nocturno tapiz bizantino. No lo pudo soportar más, y rompió a llorar. Llevaba tanto tiempo empeñado en  asumir los destrozos que produciría en su vida la marcha de Cecilia que no se había parado a descansar. Estaba agotado.
El resquemor de la primera lágrima pronto fué absorvido por su piel deshidratada, y el benefactor efecto del llanto no tardó en cubrir las arrugas de unas manos que hablaban por sí mismas. Volvió a sentirse incomprendido y solitario, como si una cigüeña prepotente le hubiese negado el saludo, emigrando hacia el norte en pleno invierno. Al igual que ella solamente él era el culpable de sus propias decisiones, plenamente consciente de que al final de su forzado peregrinaje solamente una cosa tendría sentido: la Muerte.
Con los dedos temblorosos buscó a tientas un resquicio que le permitiera desplazar esa pesada losa; pero ya era demasiado tarde, y la falta de aire comenzó a silenciar poco a poco los latidos de un corazón condenado a congelarse en la oscuridad.
Quizás debería de sentir miedo; pero llevaba tantos años encerrado en esa cárcel de carne húmeda y fría que la caricia de la no vida le resultó reconfortantemente familiar. Poco a poco se fué abandonando a la ingravidez. En su último intento había despertado envuelto en una manta, pero ninguna manta podía ya llenarle de calor; porque tenía el frío tan adherido a su sangre que él mismo se había convertido en un resbaladizo y afilado témpano. Una mujer había acercado a él sus labios en un loco intento por salvarle; pero él ya estaba condenado a la soledad eterna; y para un hombre como Pascual la muerte era un descanso y no un castigo. El hueco que le ofrecían ya sus diminutas manos no podía cobijarle. Podía sentir la llamada del frío suelo con cada pisada, porque cada paso que emprendía le alejaba más de ella acercándole a Cecilia. No recordaba el momento exacto, pero hacía mucho tiempo que había dejado de titilar en su pecho la minúscula estrella que le mantenía unido a la cordura. Era la primera vez en cuatro meses que le dejaban solo; y no estaba dispuesto a dejarlo pasar por más tiempo.
Cada pastilla de neuroléptico y ansiolíticos  le alejaba de una guarida tibia e iluminada por un fuego prometedor; y es por eso que en aquel preciso instante prefirió morirse en esa estepa solitaria, sacrificado en vano por un recuerdo egoísta y asesino; tan escondido de sí mismo como un resentido anacoreta, tan absorto en preparar su despedida que ni tan siquiera los brebajes y bebedizos que le suministraban para su marchita alma fueron capaces de frenarle esa noche.
Cuando los médicos llegaron nada pudieron hacer para salvarle, porque su cuerpo se balanceaba colgado de una soga. En sus manos aún aferraba la foto de Cecilia, junto a una nota manuscrita: Que me entierren al lado de ella.

sábado, 5 de mayo de 2012

¿Qué se le regala a la persona que te ha dado la vida?


He de admitir que hoy estoy un poco confuso. Son las vísperas del Día de la Madre y tengo la mente en blanco. ¿Qué le puedo regalar a la persona que lo ha dado todo por mí? ¿Qué podría darle a esa persona que ella necesite? Podría empezar por los abrazos perdidos en la distancia, con los besos que no le he dado por la falta de tiempo. Podría...; pero es imposible. Las cosas o se hacen en su momento o no se hacen. Podría comprarle algo material, algo que ella necesite; algo que la alivie en las tareas diarias del hogar; pero eso podría haberlo hecho cualquier otro día. No tiene por qué ser mañana precisamente...
¿Qué hace distinto el día de mañana a cualquier otro día? Para mí y para ella todos y cada uno de los días de nuestra vida han sido el día del padre, el de la madre o el del hijo. Que se lo digan a ella, cansada de cambiar pañales de tres en tres, tratando de alimentarnos, educándonos; cuidándonos de la mejor manera que siempre ha podido... A ella que ha sacrificado su juventud a cambio de la nuestra...
Que se lo digan a cualquiera de las mujeres obligadas a enterrar su dolor contra natura. Que se lo pregunten una por una, todas las madres del mundo te dirán que cambiarían gustosamente todo cuanto tienen a cambio de ver crecer a sus hijos sanos y fuertes. No; definitivamente... Nada hace especial al día de mañana excepto el hecho de que por una vez al año nos permitimos el lujo de recordarnos a nosotros mismos de dónde venimos. Para mi madre y todas las madres del mundo mi humilde y particular tributo. GRACIAS.


  
El ultimo regalo que me ha hecho mi hijo ha sido esta pequeña flor. Nunca creí que se pudiera dar tanto con tan poco... Felicidades a todas las Mamás. En la grandeza de estos pequeños detalles está el verdadero sentido de la vida.