sábado, 21 de abril de 2012

Desangrándome trago a trago. Semper fidelis.




Hoy he vuelto a sentir mariposas en el estómago. Las he sentido azotarse erráticas por las paredes de mi estómago al verla acompañada de nuevo por ese imbécil con sonrisa de 6500 euros. He podido sentir sus alas desgarrarse diluidas por el ácido de mis jugos gástricos, envueltos sus agonizantes chillidos por la más reciente y sangrante de mis úlceras. A su lado caminaba ella, orgullosa de sí misma. En las hombreras de su costosa chaqueta de lana pude reconocer los miles de momentos de felicidad pasada que se llevaba con ella adheridos. Ahora todo le pertenecía a él.
Cabizbajo y humillado he tratado de encontrar el camino de regreso a mi casa. No ha sido fácil; y menos en mi estado. Una vez en casa he intentado una vez mas escapar de este círculo maldito de espinas y cajones cerrados con llave en el que ella sobrevive; pero ha sido inútil... ella siempre sobrevive...
Mil veces he estado a punto de incinerar lo poco que aún me queda de ella, y mil veces he abandonado esa idea homicida, porque si tratase de quemar ese recuerdo me sentiría un asesino. Los recuerdos no pueden borrarse de un día para otro; y mucho menos los que durante tanto tiempo te han llenado de vida. Es por eso que me he convertido en un borracho, limitándome a observar los castigos que me inflige con lentitud el paso del tiempo.
¿Crees que estoy solo? Te equivocas... Los bares están sedientos de borrachos que no saben beber y vivir, ni vivir sin beber. Está claro que ellos también han pasado por algo semejante, porque desean olvidar en la manera en que lo hacen, engullendo a grandes tragos toda su inseguridad, sus miedos y frustraciones. Somos una legión de perdedores que nos matamos en silencio trago a trago.
Debe de ser un efecto secundario generalizado, un efecto indeseado de esta estricta dieta baja en alegrías y alta en decepciones la que provoca este vacío en la mirada; un vacío que te llena de su misma nada y te conduce sin querer al miserable lugar donde tus células han decidido aparcar su condición de humanas.
Es así que nos resulta indiferente orinar o defecar en plena calle, abducido nuestro raciocinio por una etiqueta con una graduación alcohólica.
El único lugar que no se atreve a ocupar nadie en esta selva de marchitos perdedores es el que está al lado de la máquina tragaperras. He tardado en darme cuenta del por qué. Bajo su estudiado aspecto inofensivo descansa fundida en su metálico esqueleto una extraña aleación. Se trata de un compuesto indetectable que actúa como un agujero negro, devorando y consumiendo a todo el que se acerca confiado. Es una serpiente camuflada que inocula su veneno sin hacer distinciones, destrozando por completo al incauto que se acerca atraído por su hipnótico cortejo de luces de colores y melodías infantiles.


3 comentarios:

  1. Y al final, no será que es mejor aprender a vivir con los recuerdos sin que duelan antes que intentar olvidar? Es que es imposible no recordar!!!

    Te noto visceral cual señora menstruante, y me gusta! oh yeah!

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  2. A veces para vivir con ellos tienes que engullirlos como un trago de licor ardiente. El problema es cuando ya no sabes qué hacer para que no se apoderen de tí. Una salida suicida sería anestesiándolos a base de alcocohol...
    Siempre me he considerado un poco "señorona". Sabes de sobra que si los hombres menstruásemos yo tendría el período dos veces al mes, ejjejej ;))

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