Estos días me los he pasado desconectando del mundo, retomando esa vieja máxima de que solamente estando en paz con uno mismo puede uno estar en paz con los demás. Me ha costado un poco encontrarme a mí mismo; porque solamente a primera hora de la mañana y de la tarde puede uno asistir a momentos de auténtica intimidad. Este verano le ha tocado el turno a la costa blanca. A caballo entre Torrevieja y Guardarmar me he sentido como un extranjero más, unido por instinto a los movimientos migratorios de una masa que se expresa en todos los idiomas imaginables menos el español. Confieso que me he sentido tentado en algunos momentos de hacerme pasar por uno más de los miles de ingleses, alemanes, finlandeses, ucranianos, etc que amparados por el poder que les confiere la debilidad del euro español levantan la voz en sus idiomas maternos exigiendo un trato de favor que en muchas ocasiones no merecen.
Debe de ser mi naturaleza pacífica la que me impulsa a mirar hacia otro lado asqueado al observar la mirada prepotente de quienes parecen más empeñados en humillar a camareros y cajeras de supermercado que en disfrutar realmente de sus vacaciones.
Supongo que es una consecuencia más de esta sociedad tan competitiva, esta sociedad en la que mirarse a los ojos es un atrevimiento que nace más de un deseo de enfrentarse que de un deseo de conocerse. En todo caso yo me limito a ocupar mis días en mi desconexión particular, centrándome en los pequeños detalles que llenan mis horas muertas; como los extraños paisajes lunares que sobreviven esparcidos a través de la playa después de los juegos de los niños.
Cuando las playas se quedan desiertas es cuando se puede realmente escuchar el rumor de las olas refrescando tu alma adormecida. Ese es el momento mágico; el momento en el que puedes salir de tu escondite, a salvo de miradas indiscretas, y abandonarte a los juegos que el pudor te impide realizar a plena luz del día. Las parejas de adolescentes se refugian en el anonimato de sus toallas extendidas a modo de mantas improvisadas, haciendo que renazca en tí un deseo de retroceder en el tiempo tan recurrente como imposible.
Estos días me los he pasado cumpliendo deseos que siempre voy posponiendo; y he disfrutado torturándome al sol, dejando millones de células de mi cuerpo abrasadas sin misericordia a pesar de atiborrarme de cremas protectoras. He disfrutado de la compañía de mi mujer y de mi hijo; grabando para siempre en mi memoria carcajadas y experiencias que me alimentarán día a día hasta que pueda volver a disfrutar de otro momento de desconexión.
He acabado de leer tres libros, y me he sentido tentado en más de una ocasión de lanzarme al vacío devorador de intentar escribir yo algo que merezca la pena compartir con los demás; algo que deje constancia de lo vivo que me siento y que siempre me he sentido; pero supongo que eso podrá esperar; porque ahora lo que toca es volver a la rutina diaria; con sus madrugones obligados que nada tienen que ver con la búsqueda de un amanecer perfecto. Ya estoy de vuelta; de nuevo en la deshumanizada civilización. Ya tengo cobertura. Ya estoy operativo.
¡¡Paso, que voyyyy!!
Balagar,
ResponderEliminartodo lo que escribes tu merece ser leido, compartido y recomendado a los cuatro vientos. Tanto si es una reflexion, como una historia, como una novela impresa semanalmente en folios Din A4. Vales 74839 veces mas de lo que te imaginas, y cada entrada no hace mas que demostrarlo.
Me alegro de que te hayas cargado las pilas y de que tu mente este repleta ahora de recuerdos bonitos que esten ahi para siempre. Eso es lo mas grande.
;)
(Por cierto, "esta sociedad en la que mirarse a los ojos es un atrevimiento que nace más de un deseo de enfrentarse que de un deseo de conocerse" es una frase alucinante)
Lunita... Hacía mucho que no estábamos en contacto. Me alegra saber que aunque lejos todavía estés cerca. Me encuentro cómodo en mi rutina diaria; y con las pilas cargadas estoy eufórico. ;)) Un día de éstos te diré en lo que estoy metido ahora; que yo creo que te vá a gustar. No creas que se me olvidó eso que tenemos aún a medias. Un abrazote.
EliminarSiempre mereces ser leido, siempre.
ResponderEliminarMe alegra que tu desconexión haya ido tan bien, siempre hay que disfrutar esos momentos mágicos, disfrutar de la risa de nuestros hijos, de ese amanecer que promete, de ese atardecer mágico y perfecto.
Besos, y gracias por compartir tus recuerdos.
Muchas gracias, Nuria. La vida sin esos momentos se quedaría un poco sosa, ¿verdad?. Si la riqueza se midiese en base a la cantidad de recuerdos positivos que uno es capaz de atesorar yo creo que sería inmensamente rico, porque me vuelvo un avaro en ese sentido; lo absorvo todo como si no hubiese un mañana. Un fuerte abrazo.
EliminarNo es fácil encontrarse a si mismo, hay que tener ganas de buscarse, y ese es el tema. Me alegra hayas desconectado y disfrutado estos días de asueto, lo cuentas siempre bonito, un placer leerte.
ResponderEliminarBesos
Tienes toda la razón, Calma; lo primero es tener ganas de encontrarse. Yo me lo propongo a mí mismo como un reto; porque solamente estando bien con uno mismo puede uno permitirse ser feliz y hacer felices a los demás. Es un reto y una meta que me he propuesto cumplir a rajatabla. Un abrazo.
Eliminarjajaja cómo te comprendo, oy una enamorada del mar, de hecho lo tengo muy cerca afortunadamente, justamente es en verano cuando casi voy cuando todos vienen... no soporto ir pisando cabezas y peleándome por un pedacito de arena, de pronto el paraíso desaparece en un mar de sombrillas, toallas, balones hinchables y ruidos por todas partes... mejor el atardecer, como yo le llamo... a la hora de las gaviotas :-)
ResponderEliminarLevante, como Andalucía y no digamos las Baleares y la Canarias, son reductos de guiris que vienen a este país con la prepotencia del que paga y supone que llega a un país casi tercer mundista ... cuando son ellos, los descerebrados que llegan a emborracharse de la mañana a la noche para llegar como cangrejos a sus países ya volver a sus horarios carcelarios y a la ausencia de sol.
Me alegro mucho que hayas desconectado y hayas llegado con tanto ímpetu a la rutina diaria.. a mi me quedan 15 días para la libertad aun:-)
Un besito BALAGAR
Yo me he criado al lado del mar, y precisamente por eso me cuesta relajarme en la playa en los días de verano. Los veraneantes entran a los arenales con un ansia que rompe con toda la armonía y la magia. La hora de las gaviotas (como bien tu dices) permite reconciliarse un poco con esa amante tantas veces violada que es tu playa. Quince días pasan volando. Que tengas muy felices vacaciones. Un fuerte abrazo.
EliminarHola Balagar, así es el verano, todo queda invadido por el norte y por el sur, da igual donde vayamos, nos quedamos sin lugar para pasear al menos que lo hagamos al amanecer.
ResponderEliminarEstaba leyéndote y pensando que ahora todo ha vuelto a su ser, yo permanezco en la playa hasta que termine el mes de septiembre y ya serán tres meses, hoy es el primer día donde la playa ha vuelto a ser mía, y los pocos visitantes que quedaban tenían sitio sin tener que molestar a nadie.
Pero, aun recuerdo cuando mis vacaciones eran de treinta días, y después de tener la casa llena de gente volvía a Madrid sin haber descansado, pasándome el día en la cocina, y solamente acercándome hacer fotos al atardecer.
Todo llega amigo, algún día el tiempo será tuyo, al igual que ahora lo tenemos mi marido y yo, y pasear a las horas de las gaviotas (mi marido no le gusta madrugar) también relaja el espíritu, y el ser lo agradece.
Una entrada estupenda que todos hemos sufrido en las vacaciones. Un abrazo.