viernes, 2 de marzo de 2012

¿Tu lo entiendes?

Claro que lo entiendo; pero han sido necesarios varios decenios para que mi mente provinciana descifrase el significado real de una pregunta en apariencia tan inocente como ¿"Tu entiendes"?
Vamos a ponernos en situación: Corría el año 1995, y yo era uno más de los miles de chavaletes obligados a incorporarse a filas en el servicio militar obligatorio de nueve meses (la famosa mili). Por aquel entonces yo era un mozalbete impulsivo, inocente y confiado; un producto "made in aldea", por así decir...
 El destino que me había correspondido por sorteo estaba en Valladolid, de manera que para llegar allí tenía que coger un autobús desde mi pueblo a Oviedo y otro desde Oviedo a Valladolid. Eso se traduce en que salía de mi casa el domingo a las nueve de la noche y llegaba a mi cuartel a las seis de la mañana, justo antes del toque de diana. En una de las ocasiones que regresaba a mi cuartel estaba yo echando tiempo en la sala de lectura de la antigüa estación de los Alsa en Oviedo cuando se me acercó un individuo con una apariencia muy extraña. Como ya he dicho yo era un chavalete confiado y que me las daba de sociable, así que cuando se sentó a mi lado le saludé educadamente con una leve inclinación de la cabeza, a pesar de que me extrañase el hecho de que estando vacía toda la sala hubiese escogido precisamente el asiento contiguo al mío.
-Buenas noches.-Dijo con una sonrisa afable asomándole a los labios.-¿Te importa que me siente aquí?
-En absoluto...-Respondí sin levantar la vista del libro que estaba leyendo.
-Veo que eres militar...-Repuso señalando mi petate militar.
-Ya ves...-Contesté con indiferencia sin querer darle conversación.
-¿A qué hora te sale el autobús? ¿Te queda mucho?
-Bueno, falta todavía una hora y pico... Sale a la una y media...
-Ufff...-Exclamó exagerando un bufido de compasión.-Pues yo vengo a recoger a unas amigas...
(He de reconocer que cuando dijo la palabra amigas levanté la vista del libro. No debería haberlo hecho, pero lo hice... Solamente los que hemos hecho la mili sabemos las penurias que provoca la falta de contacto femenino.)
Mi gesto de atención fué captado por mi acompañante, que enseguida volvió a la carga:
-Llegan en el alsa de santander. Ya tenían que haber llegado...
-Si te apetece -añadió mientras me miraba fijamente a los ojos-puedes venir a esperarlas conmigo y nos vamos juntos a tomarnos una copa por ahí. Así no se te hace tan larga la espera... ¿Qué me dices?
La oferta me estaba resultando tentadora. En mi cabeza comenzaron a sucederse toda una serie de escenas erótico festivas con unas "amiguitas" que según daba a enterder ese individuo venían con "ganas de marcha". No lo dudé ni un instante. Cuando me quise dar cuenta las palabras ya estaban saliendo de mi boca.
-Pues igual me animo...
(Todavía me descojono imaginándome la sonrisa bobalicona que se me había quedado...¡Me había tocado el gordo! ¿Había algo mejor que pudiese hacer en aquel momento que entretener la espera con unas amiguitas con ganas de fiesta?. Me levanté de un salto agarrando el petate)
-¿Vamos?-Le dije dispuesto a todo.
-Bueno...-Contestó con suavidad.-La verdad es que  todas no son chicas chicas...¿TU ENTIENDES?
-Pues claro que ENTIENDO... -Contesté como quien no quiere la cosa. Una cosa es ser de pueblo y otra ser gilipollas. ¿Cómo no lo iba a entender? Estaba claro...con esas chicas venía un travestido seguramente; pero... ¿Qué podía importar? Es como cuando encuentras algo raro en la comida. Lo apartas y ya está...
A partir de ese momento el individuo se transformó. Su mirada se volvió lujuriosa. Se ofreció a llevarme el petate. Yo empecé a desconfiar de él creyendo que lo que quería era en realidad robarme. Me puse a la defensiva.
-Yo lo llevo, no te preocupes... ¿Cuántas chicas vienen?
-¿Qué más da?-Contestó con ambiguedad- Oye... ¿Cuánto te pagan en la mili?
-Mil quinientas pesetas al mes.-Respondí.-Y te lo dan todo de golpe al licenciarte...
-Entonces a tí no te vendrían mal unas pelillas, ¿verdad?
-Pues la verdad es que no...-Admití tratando de imaginarme a dónde quería llegar.
-¿Qué te parece si tu y yo vamos ahora al servicio?
-No tengo ganas de mear... (¿Había  dicho ya que por aquel entonces yo era aún mas inocente y mojigato que ahora? Pues si; lo era...En mi mentalidad provinciana solamente había un motivo para que dos hombres fueran juntos al servicio: las ganas de mear)
-No nos llevará ni diez minutos...-Añadió con un deje afeminado y zalamero.-Te doy diez mil pelas si me dejas que te la chupe...
-¡¡¡¡Queeeeee????? ¿Cóoooomoooooo? ¿Que yo te quéeee a tiiiiii? ¡¡¡Lárgate ahora mismo, pedazo de maricón, que te voy a dar una ostiaaaa!!!!

Han sido necesarios muchos años de mi vida para que yo me diese cuenta de que la culpa de ese malentendido fue mía y solamente mía. Por aquel entonces yo no sabía que los servicios de la estación de los alsas de Oviedo eran un lugar habitual de reunión y encuentro de los homosexuales de toda la región. Yo no sabía tampoco las contraseñas que utilizaban los homosexuales para reconocerse entre sí; y no me ayudaba demasiado mi aspecto imberbe e inofensivo con aquellas gafas redondas intelectualoides. Desde aquí le pido disculpas a ese individuo, porque cuando llegó mi amigo Cernuda de Aviles estuvimos buscándole por todas partes para darle una paliza. Que se dé por afortunado, porque se ahorró diez mil pesetas y unos cuantos palos...


















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