Madre
Madre… cuando tengo frío a tí
acudo,
cuando el alma escuece, y el
silencio
llena de arena mis pupilas. Eres
mi escudo,
el firme muro que mi esencia
encierra.
Las estrías de tu pecho son
testigo
de semillas firmes en vientre
terso;
mudos testigos de que el tiempo
hace su camino en sentido inverso.
Comencemos este viaje, pues no me
asusta
que tú vuelvas a ser niña y yo
más viejo;
que la vida se proyecte ampliada
en este espejo.
Madre… aún hay fuego en tu
mirada,
reflejos de una belleza rabiosa,
una llamada
que angustiosa busca salida de su
cárcel.
No en vano encierra su misterio;
y ese ángel
lanza una mirada furtiva hacia
adelante.
No es aún tarde para nada.
Y qué mejor forma de empezar, que hablando de una madre, el origen original de todo esto? Claro que sí!
ResponderEliminarEncantada de ser la primera en estrenarte!
Eres todo corazón, Balagarín, y se nota en todo lo que escribes!!
Nunca tengas miedo de enseñar lo que haces. El simple hecho de mostrarlo ya dice más de tí que cualquier mala palabra que te puedan dirigir.
Y ya sabes que siempre hay personas a las que no merece la pena escuchar.
Tú sigue escribiendo tan bien como haces, y exprimiendo esa cabeza llena de historias. Estoy segura de que Las reliquias del silencio será el primero de muchos!