viernes, 19 de abril de 2013

La vecinita. Reposteado a petición de un gran amigo mío.






 



La vecinita

Todos tenemos "una vecinita". En mi caso particular han sido muchas y muy
variadas "mis vecinitas". La que ahora me ocupa es la última en instalarse a
escasos metros de mi puerta. Se me desboca el corazón cuando escucho su
puerta y he de reconocer que en algunas ocasiones incluso he llegado a
espiarla por la mirilla.
Sé que para algunos puede ser una especie de sueño erótico, un fetiche, una
fantasía deliciosamente tentadora; y que debería de sentirme halagado por
sus continuas visitas en reclamo de atenciones; pero me acobarda una mujer
así. Es así de simple: Me acojono cada vez que la espío desde detrás de mi
puerta.
 Mi "vecinita" más que un sueño se está convirtiendo poco a poco en un
constante motivo de inquietud.. Soy consciente de que no es correcto hablar
a espaldas de la gente; pero necesito descargar toda la tensión que me
produce la simple idea de imaginármela una noche más aporreando
insistentemente mi puerta en reclamo de unas atenciones que me siento
incapaz de darle. No acepta una negativa; he intentado darle largas con
respuestas evasivas; pero nada funciona... Ella sigue viniendo
insistentemente una noche tras otra con las disculpas más banales. La semana
pasada me dijo que se había dejado olvidadas las llaves en su casa (si; la
invité a pasar a mi casa... ¿Qué otra cosa podía hacer?). No es la primera
vez que sucede y me consta que no soy el único al que ha pedido cobijo; pero
no me siento celoso por ello. Lo que realmente me ha dejado sin habla ha
sido una de sus últimas peticiones...
Serían aproximadamente las ocho de la tarde cuando se me planta desafiante
ante el marco de mi puerta y me espeta un: "Necesito que me ayudes a subirme
las medias". Imagínate la situación: Mi mujer observándome incrédula desde
el sofá del salón, el peque haciendo un paréntesis en su hasta el momento
inmejorable representación de uno de sus capítulos favoritos de Ben 10, su
gato maullando zalamero y frotándose entre mis piernas y la sartén acabando
de carbonizar unas croquetas que más bien parecían conguitos...¿Qué hubieses
hecho tú? Pues no; no se las subí; ni le abroché el maldito botón de sus
pantalones cuatro tallas más pequeños de lo que le correspondían, ni volví a
entrar en su casa a ponerle las zapatillas después del paseo de la tarde; ni
volveré a tener que negarme a quitarle las puñeteras medias de descanso. Me
da igual que tenga setenta años y esté medio loca. Me dá igual que se aburra
en su casa y no tenga con quien hablar. Esa tarde cruzó todas las barreras
que mi educación se sentía obligada a franquearle. Ese día me convertí en
otro de esos vecinos asquerosos y a los que siempre he odiado que se limitan
a espiarte desde la seguridad de su puerta acorazada fingiendo que no están
en casa.

10 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Jajajaja...balagar....al fin has escrito sobre la famosa " vecinita " muy muy bueno ;)

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    1. Era una realidad demasiado recurrente como para no contarla. Se había convertido en una auténtica obsesión para mí y para el resto de los vecinos de mi comunidad. Había llegado a un punto en el que empezaba a llamar puerta por puerta en el sexto y descendía altura por altura hasta que alguien la "dejaba" entrar, y nunca tenía prisa por marchar. En el fondo me dá un poco de lástima; pero no cabe duda de que donde mejor está es donde está ahora: en manos de profesionales. Un abrazo.

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  3. !Hola,Balagar!

    Ha sido genial,q me he reido jajajaja

    Hay personas q necesitan saber q se les tiene en cuenta,a veces en su desesperacion por conseguirlo pueden rayar en la pesadez.A esas edades es casi normal.Todo aquello q nos produce inquietud o desasosiego hay q cortarlo o minimizarlo.Me he imaginado el momento erotico de subida de medias jajajajajajajaja.Muy bueno,balagar.Muchos besitos.

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    1. Muchas gracias, Lady. Lo cierto es que la señora en cuestión aparte de ser muy pesada y muy jeta en el fondo no dejaba de ser entrañable. En su casa nunca había nadie, porque trabajaban todo el día, y ella se aburría como una ostra. Era conocida y temida en todo el vecindario, porque nadie se libraba de sus visitas: mercerías, librerías, peluquerías... En el ambulatorio decían que su médico de cabecera había cogido la baja por stress... jajjaj
      El momento erótico-patético de quitarle las medias de descanso no tiene precio. Si me animo algún día contaré la historia del día que me vino con unas tenacillas para que le cortase las uñas de los pies; pero tengo que armarme de valor, muuuuucho valor...jajajaj
      Un abrazote, Lady.

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  4. Quise decir de bajada de medias,q fuerte jajajajaja.mas besos.

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  5. Venga,venga a ver esas tenacillas...jejeje

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  6. No te reirías tanto si la hubieses visto por la mirilla aporreándote la puerta con el paraguas... Jajajjaj. El terror de la Corredoria, Noe, de verdad te lo digo... No he vuelto a dormir del tirón desde que la ayudé a quitarse esas medias de descanso. Bienvenida por mi desván. Ponte cómoda. Un abrazo.

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    1. Por dios un libro de vecinitas,yaaaaaa!!! Jajajajajajaj

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  7. He tratado de recuperar comentarios que me han llegado al mail y que blogger se "ha tragado". No creais que soy un desconsiderado, es que se han perdido en este caótico mundo virtual. Muchas gracias. Sobra decir que os lo agradezco un montón, aunque no pueda contestaros por el blog. Un fuerte abrazo para tod@s.

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